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La Historia de Santa Inocencia


La  Historia de Santa Inocencia, sus reliquias, que consisten en el resto de una mano y un recipiente con su posible sangre, prosigue en 1860 cuando el Convento de las Agustinas es clausurado, pero las reliquias se conservaron en ese lugar por más de 40 años, hasta que en 1915  son llevadas al Templo de San Sebastián, y en 1925, fueron trasladadas a la Catedral de Guadalajara, que es una basílica consagrada a la Asunción de la Virgen desde 1516.


Cuenta la conseja popular que hace muchos años una niña llamada Inocencia, escuchaba atenta a sus compañeritas de la escuela platicar sobre su primera comunión; para ella esto era un sueño pues quería recibir el cuerpo de cristo. Un día llegó muy alegre a casa y le dijo a su padre que quería hacer su primera comunión; éste comenzó a golpearla de una manera inhumana prohibiéndole que se acercara a las personas que la querían convencer de 'tal tontería'. […] Un día la monja que impartía el catecismo le extrañó escuchar rezos y cánticos fuera del lugar. Grande fue su sorpresa al encontrar a la niña hincada sobre el musgo haciendo oración. Conmovida, la invitó a que tomara las clases dentro de la casa. 'Es mejor tener al bien aliado, que al mal', le dijo la monja.

Llegado el gran día, varios niños vestidos de blanco y con vela en mano esperaban en la entrada de Catedral, entre ellos Inocencia luciendo un vestido de encajes que la monja le había conseguido. Por fin, Inocencia experimentó esa sensación de recibir el cuerpo de Cristo. Llena de alegría se dirigió a su casa para darle la noticia a su padre; al no encontrarlo en la sala, se encamino a la cocina y lo vio preparándose algo. Inocencia le dio la buena nueva y él, agachando la cabeza, se volteó velozmente y le clavo en el pecho un cuchillo. El señor huyó sin saberse su paradero, mientras los vecinos alertados por el grito que escucharon se arremolinaron alrededor del cuerpo de Inocencia. Por semejante suceso la trasladaron a la Catedral donde hasta hoy su cuerpo descansa en paz, siendo testigo mudo del amor profundo de una niña por la eucaristía.




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