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La Hisotria de Lizzie Borden

En la ciudad de Fall River, Massachusetts vivía la célebre Lizzie Borden, quien fue a juicio a finales del siglo diecinueve, en el año 1892, por el asesinato con un hacha a su padre y a su madrastra. Aunque esta mujer fue absuelta de este crimen, nunca se encontró a los asesinos reales, lo que hizo que ella pasara a la historia como la principal sospechosa, pero a la que nunca se le pudo comprobar algo.



 El 4 de agosto de 1892, Andrew Borden y su esposa Abby fueron asesinados en dos lugares diferentes de su casa en Fall River, él en la sala y ella en una de las habitaciones. Fue la misma Lizzie la que encontró los cadáveres y avisó a la empleada de la casa y a las autoridades, y aunque debido a los problemas que tenía con ellos, fue la única sospechosa, nunca se pudo comprobar que fue ella la que lo hizo.


A pesar de que nunca fue a la cárcel por estos delitos, Lizzie Borden se quedó viviendo en esta ciudad hasta su muerte, aunque se mudó de casa junto a su hermana, y tuvo que aguantar el aislamiento del resto de la comunidad. En la actualidad, la casa en la que ocurrieron los crímenes es un bed&breakfast, y es un sitio muy popular entre los que quieren un poco de terror en sus vidas.
Esta casa tiene diferentes habitaciones para sus visitantes que están nombradas en honor a los que la habitaban en las épocas de las muertes. Aunque es posible visitarla sin quedarse allí, recorriendo su historia y viéndola como un museo, los que se hospedan tienen un tour un poco más a fondo y muchos reportan haber vivido experiencias extrañas como cámaras que se encienden solas y hasta movimientos en medio de la noche.


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“El Encierro”, el Sádico y Macabro Caso de Sylvia Likens

El 26 de octubre de 1965, fue encontrado sin vida el cuerpo desnutrido, torturado y violado de Sylvia Likens. Una joven de 16 años, la tercera hija de Lester y Bertha “Betty” Likens, unos padres disfuncionales y con problemas económicos que, en junio de 1965, decidieron dejarla junto con su hermana pequeña Jennifer, al cuidado de una ama de casa llamada Gertrude Baniszewski, quien criaba a sus 7 hijos (de distintos y fracasados, matrimonios) y a quien habían conocido pocos días antes en la Iglesia.

Sylvia era una muchacha callada y agradable a la que todos querían, que además ayudaba fregando los platos y planchando. Su hermana Jennifer también era muy callada, y había nacido con una pierna encogida, que había ido avanzando hasta llegar a poliomielitis. A pesar de su discapacidad, se las arreglaba para bailar y montar en patineta, y llevar la vida normal de una niña de su edad. Sus padres pagaron a Baniszewski unos muy necesitados 20 dólares a la semana por cuidar de las niñas, y quedaron convencidos de que Gertrude cuidaría de Sylvia y Jenny como dos más de sus hijos.

Encabezados de los periódicos ssobre Sylvia Linkens
Gertrude Baniszewski pasó una vida de carencias materiales y emocionales. Su padre murió cuando ella tenía once años, dejando a su madre con seis niños para criar. Cinco años más tarde, a los dieciséis, Gertrude dejó el colegio y se casó con John Baniszewski, de dieciocho años. Tuvo cuatro hijos. Ella y John se divorciaron luego de diez años de relación.

Ella se casó de nuevo, esta vez con Ed Gutherie, pero esta unión sólo duró tres meses. Gertrude se dio cuenta de que había cometido un error. Luego cometió uno más grande: se volvió a casar nuevamente con su primer marido, John, y tuvo dos hijos más antes de divorciarse de él por segunda vez en 1963.

Nunca acostumbrada a estar sola, Gertrude se mudó con Dennis Lee Wright y, prontamente, dio a luz al niño número siete antes de que Dennis se fuera. Durante esta serie de embarazos, Gertrude también tuvo seis abortos.





Para 1965, Gertrude tenía treinta y siete años y se veía como una persona de sesenta. Fumaba sin parar, bebía constantemente, sufría de asma y tenía una serie de achaques. Su única entrada económica consistía en lo que podía extraer de los padres de sus hijos. Para completar sus gastos, planchaba ropa a encargo.

Un día, dos desconocidos llamados Betty y Lester Likens le pidieron a Gertrude que cuidara de sus dos hijas mientras ellos trabajan para un circo en Florida. Las dos niñas ya conocían a los hijos de Gertrude: los habían visto a la salida de la iglesia. Los padres le ofrecieron veinte dólares a la semana y Gertrude aceptó.

En el verano de 1965, Sylvia de dieciséis años, y Jenny de quince, se mudaron con Gertrude y sus hijos al 3850 de East New York St., en la pacífica ciudad de Indianápolis, Indiana.

La primera semana en la casa de Gertrude no ocurrió nada fuera de lo normal. Las dos chicas Likens parecían llevarse bien con los chicos Baniszewski.

Imagen de la película The Girl Next Door (2007) basado en la vida de Sylvia Likens

Siete días después de que las niñas llegaran a la casa de Gertrude, el cheque prometido por los padres se retrasó. Gertrude sin mediar palabras, les dijo: “Bien, perras, he cuidado de ustedes durante una semana por nada”; acto seguido, las llevó al sótano y las azotó con un cinturón. Jenny no aguantó el castigo y Sylvia se ofreció para que a ella le tocara también el castigo de su hermana; Gertrude accedió. Al día siguiente, llegó un sobre con los veinte dólares por correo; se había retrasado por una confusión del cartero.

Dos días más tarde, los Likens se tomaron un tiempo libre del empleo en el circo para pasar por la residencia de los Baniszewski para ver cómo estaban sus hijas. Por temor, las jóvenes no se quejaron ni contaron lo sucedido. Todo parecía estar bien, así que los Likens se regresaron tranquilos y convencidos de que todo estaba bien.

Poco a poco fueron pasando los días en aparente calma, hasta que por alguna razón Gertrude se convenció de que Sylvia estaba pasando demasiado tiempo en la tienda de alimentos. Sylvia trató de explicarle que había encontrado unas botellas de refresco vacías y estaba devolviéndolas para ganar un poco de dinero extra. Gertrude no quería oírla. Decidió castigar a Sylvia pegándole con una paleta. La paleta tenía un espesor de casi un centímetro.

Luego de esa primera vez, Sylvia siempre era culpada por romper las reglas de la casa. Cuando Gertrude se cansaba de sufrir de asma, ponía a su hija mayor, Paula como encargada de la paleta. Paula, una obesa chica de ochenta kilos, amaba su nuevo poder. Ella le aplicaba la paleta a Sylvia una buena cantidad de veces.

A medida que avanzaba el verano, parecía que para Gertrude todas las desgracias del mundo eran culpa de Sylvia. A la hora de la cena, en la mesa, Sylvia generalmente no recibía comida. Se le obligaba a observar cómo comían los otros. A veces, su hermana Jenny robaba un poco de pan para ella, pero era tanto el temor que sentía hacia Gertrude que nunca se atrevió a desafiarla.

Gertrude Baniszewski

 Los castigos empezaron a aumentar en intensidad y frecuencia. En una ocasión, Paula acusó a Sylvia de que hablaba mal de ella. Gertrude tomó a la niña, la puso en la sala, delante de todos, y comenzó a quemarle los brazos con un cigarrillo encendido. Todo se convirtió en un juego perverso, orquestado por una mujer diabólica que estaba descargando las desgracias de su vida en una niña indefensa. El abuso continuó, interrumpido solamente cuando los de afuera entraban en la casa.

Un día, el reverendo Roy Julian pasó a saludar. Se fue bastante preocupado por Gertrude, pues en su condición de enferma era difícil soportar tal contingente de niños. La señora Saunder, enfermera de salud pública, hizo una llamada. Gertrude explicó que una de las niñas a su cuidado, Sylvia Likens, era una prostituta y estaba corrompiendo a sus hijos. La señora Saunders se compadeció, pero nunca regresó. Gertrude decidió que Sylvia no estaba a la altura para dormir arriba con el resto de la familia.
La niña fue arrojada escaleras abajo con un empujón, al sótano que se parecía a un calabozo privado. Desde ese momento, sólo la alimentaron con galletas saladas y agua. Se desnutrió y deshidrató.

Cada cierto tiempo, los chicos la sumergían en baños hirvientes. Cuando era sacada, su cuerpo estaba rojo por el calor. Una vez se desmayó y fue arrastrada fuera del agua por el cabello. Sylvia, ahora cubierta por quemaduras de cigarrillos y otras heridas causadas luego de ser lanzada por el aire y arrastrada por el piso de cemento, recibió el tratamiento de Paula: le pasó sal por las heridas.





En varias ocasiones, ataban a Sylvia Likens a una viga de madera que había en el sótano, después de una gran cantidad de golpes que le propinaban ambos. En una ocasión, Richard Hobbs acogotó a Sylvia durante tanto tiempo que todo el mundo pensó que se había muerto.

Durante ese largo período, la señora Baniszewski contó por todo el vecindario que Sylvia era una prostituta, lo que causó que los vecinos no la miraran con buenos ojos. Luego obligó a la niña a escribir varias cartas donde detallaba escabrosos asuntos sexuales y confesaba que era una prostituta. Gertrude dijo además que Sylvia no había hecho más que causar problemas desde que llegó a su casa y que era una muchacha inmanejable, y que justamente por eso la había enviado al Reformatorio de Indiana.
Los vecinos y vecinas que vivían a lado de la casa de la señora Baniszewski oían gritos, lamentos, gemidos y golpes, pero no hicieron nada al respecto porque pensaron que era mejor no meterse en problemas.

El espíritu de Sylvia terminó por romperse y dejó de pelear por su vida. Fue el día en que Gertrude le ordenó a Jenny que cacheteara continuamente la cara de su hermana hasta que se pusiera totalmente roja. Luego del incidente, Sylvia ya no se resistió al abuso. Gertrude le arrancó la blusa y los pantalones cortos para dejarla totalmente desnuda; así permaneció de allí en adelante.

Silvia Likens después de ser torturada

Atada en el sótano, tiritaba de frío y sufría hambre y sed, además del abuso de todos los que deseaban solazarse en su dolor. Muchos niños y adolescentes convirtieron en rutina su viaje vespertino al sótano para golpearla, quemarla, tirarla al piso y patearla entre varios, morderla, besarla y abusarla sexualmente. Otros iban a presenciar las vejaciones y a burlarse. Llevaban a sus novias e invitaban a otros amigos. Frecuentemente, estos otros invitados también decidían participar en los tormentos a la niña.

Gertrude llegó en una ocasión a obligar a Sylvia a que se introdujera por la vagina una botella de cristal de Coca Cola, ante la mirada lasciva y divertida de sus hijos y sus amigos. La botella se rompió estando dentro de la niña y le desgarró las paredes vaginales. Todos celebraron el hecho con risas y aplausos mientras Gertrude fumaba un cigarrillo tras otro.

Gertrude se cansó de la tarea, pero Hobbs se hizo cargo del trabajo y lo completó. Esa tarde, Coy Hubbard pasó por la casa. Golpeó a Sylvia en la cabeza con un palo de escoba, dejándola inconsciente.

A la mañana siguiente, Sylvia estaba incoherente y hablaba sobre irse con sus padres y alcanzarlos en la feria donde se encontraban. Tenía moretones por todo el cuerpo, hedía a causa de la falta de aseo y sus cicatrices de quemaduras resaltaban por todas partes de su piel. Gertrude decidió que debía mojarla con la manguera. Una manguera de jardín fue llevada hasta el sótano. Todo el mundo se rió mientras el agua salpicaba sobre el demacrado cuerpo de Sylvia. En un momento, ella ya no se movió. Sylvia Linkens estaba muerta.

Richard Hobbs llamó a la policía con la vaga noción de que ellos le aplicarían respiración boca a boca para resucitarla y todo estaría bien. Al ver el cuerpo, los oficiales y médicos declararon que el de Sylvia Likens era el peor caso de abuso físico que habían investigado en la historia del estado de Indiana.

Sylvia Likens murió por hemorragia cerebral, shock y desnutrición.

En honor a Sylvia hay un pequeño monumento con su foto colocado por orden del Departamento de Policía de Indianápolis.

Los juicios fueron una sucesión de testimonios autoinculpatorios. Todos los adolescentes y niños aceptaron su culpabilidad y detallaron ante el horrorizado jurado los castigos a que habían sometido a la pequeña. Solamente Gertrude intentó zafarse de todo y lanzar la culpa sobre sus hijos y sobre los demás chicos. Declaró que ella no había sabido nada de lo que ocurría en su sótano, pero todos los demás dieron la misma versión: ella alentaba la tortura y participaba en ella. Jenny, la hermana de Sylvia, declaró lo mismo.

La mayoría de las personas que fueron invitadas a ver como torturaban a Sylvia, terminaban maltratandola también, la humillaron y violaron, y ellos parecían deleitarse con todos esos gritos de dolor y querían también maltratarla, en el momento del juicio, el fiscal les pregunto el porqué de su actitud, por qué maltrataban también a Likens, por qué no hicieron nada para ayudarla, todos contestaron que no sabían, ninguno de ellos supo justificar su actitud.

Gertrude Baniszewski fue hallada culpable de asesinato en primer grado y sentenciada a cadena perpetua. Se le recluyó en la Prisión de Mujeres de Indiana. Obtuvo su libertad condicional el 4 de diciembre de 1985, luego de estar veinte años en prisión. Poco antes de morir en 1990, Gertrude Baniszewski aceptó finalmente su culpabilidad, responsabilizando a sus problemas personales y a una serie de medicamentos que ingería.

Paula Baniszewski fue hallada culpable de asesinato en segundo grado y sentenciada a cadena perpetua. Obtuvo su libertad condicional el 23 de febrero de 1973, luego de servir siete años en prisión. Tuvo una hija en ese mismo año y la llamó Gertrude.

Coy Hubbard fue hallado culpable por homicidio impremeditado y sentenciado a 21 años de prisión. Se convirtió en un delincuente y volvió a la cárcel con frecuencia.

Richard Hobbs fue hallado culpable por homicidio involuntario y sentenciado a 21 años de prisión. Murió a los 20 años de cáncer de pulmón.

John Baniszewski Jr., pese a tener trece años de edad, fue sentenciado a cumplir 21 años de cárcel; fue el preso más joven del reformatorio de la historia de ese estado. Tras cumplir su condena, se convirtió en pastor laico, para contar su historia.

Stephanie Baniszewski fue hallada culpable por cómplice y fue sentenciada a cumplir 12 meses en prisión. Ella junto con Coy Hubbard arrojaron a Sylvia por las escaleras del sótano, lo que le produjo una hemorragia cerebral.

Gertrude Baniszewski, a su derecha Richard Hobbs durante el juicio.


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Caso sin resolver: Los asesinatos de Hinterkaifeck

Nos encontramos en la Alemania de 1922 y mas concretamente en una pequeña granja ubicada entre las ciudades bávaras de Ingolstadt y Schrobenhausen (situada aproximadamente a 70 km al norte de Munich). Estamos a finales de marzo y está a punto de ocurrir un suceso, una historia de misterio, que hoy en día todavía es tema de estudio por muchos criminólogos alemanes.


En la granja vivía el matrimonio compuesto por Andreas Gruber de 63 años y su esposa Cazilia de 72, su hija viuda  Viktoria de 35 y los hijos de esta ,  Cazilia y Josef de 7 y 2 años respectivamente.

Esta familia no contaba con la simpatía del pueblo ya que tenían una actitud huraña y poco agradable con el resto de los vecinos, además se rumoreaba de que en realidad Josef era el resultado de una relación incestuosa entre el padre Andreas y su hija Viktoria..

A lo largo de 1921, el ama de llaves de la familia aseguró que comenzó a escuchar extraños ruidos que venían del desván y de fuera de él. Mas tarde la señora Gruber se unió a esa afirmación, ya que ella también había sido escuchado los ruidos.


Pocos días antes de los homicidios, el granjero Andreas Gruber le contó a sus vecinos el hallazgo de unas huellas extrañas en la nieve que salían del bosque circundante y que se dirigían hasta la casa, pero sin que hubieran huellas de regreso de nuevo al bosque. También alertó sobre haber oído pisadas en su ático y hallado un periódico en su porche que nadie en la familia reconoció.



El 31 de Marzo de 1922, llego a la casa la señora Maria Baumgartner la nueva criada de la familia, ya que seis meses antes la anterior ama de llaves había abandonado la casa  diciendo que la casa estaba embrujada que escuchaba voces extrañas y continuaba escuchando ruidos alrededor de la casa .

Cuatro días después, mas concretamente el día 4 de abril de 1922,  un vecino de los Gruber acudió a la granja, ya que le extrañó llevar casi una semana sin ver a ningún miembro de la familia, encontrándose que todos los miembros de la familia habían sido asesinados. El cuerpo de Viktoria, la pequeña Cazilia y el del matrimonio se encontraban en el granero, el cuerpo de la criada en su cama y el pequeño Josef en su cuna.

La investigación no pudo esclarecer el crimen, se cree que Andreas y su esposa Cäzilia, así como su hija Viktoria y su nieta Cäzilia, fueron atraídos al granero uno por uno,  donde fueron asesinados utilizando un objeto punzo-cortante. Todos murieron en el acto, excepto la pequeña Cazilia, quien se mantuvo consciente por unos momentos, encontrándose  además, mechones de cabello en la escena del crimen, lo que indica que hubo resistencia por su parte. El autor o los autores, se dirigió a continuación a la casa donde mató al bebe de 2 años Josef, quien estaba durmiendo en una cuna en la habitación de su madre, y al ama de llaves Baumgartner de 44 años, en su dormitorio.



Las repercusión y dimensiones  del crimen provocó la llegada de un equipo de investigación de Múnich, el cual pudo demostrar que el asesino (o los asesinos) no huyeron, ya que los interrogatorios que realizaron a los vecinos, demostraron que durante el sábado y domingo la chimenea fue usada. Agregando a esto el hecho de que los animales fueron alimentados durante el fin de semana. El Lunes la casa fue abandonada.

Al principio se pensó en un robo pero quedó descartado ya  que en la casa se encontraron joyas valiosas y dinero, así que la idea quedo descartada.

Se interrogaron a casi cien personas pero no había pruebas en contra de ninguno de ellos. La investigación se centró entonces  en el antiguo pretendiente de Viktoria, el joven Lorenz Schlittenbauer quien reconoció odiar al padre de Viktoria ya que estaba convencido de que este era en realidad el padre de Josef, pero que con su muerte,  no ganaba nada, por lo que lo dejaron en libertad,



Las cabezas de las victimas fueron enviadas a Múnich, para un estudio exhaustivo, pero a pesar de todo no se obtuvo ninguna información nueva. Dichas cabezas se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial, los cuerpos por otro lado fueron enterrados en el cementerio de Waidhofen.

En 1923 la granja fue derribada, pero hasta la fecha el caso sigue sin resolver.
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