Dicen que en el triángulo conformado por el área de toboganes, el lago y el teatro guiñol del Parque Morelos se aparece el ánima de un niño muerto hace más de 30 años.
Algunos aseguran que se trata del alma en pena de un pequeño que en 1984, antes de que se fundara el parque, pereció en una de las lagunas que se formaban en la zona.
Por aquel entonces los chiquillos de las colonias vecinas usaban galones plásticos de leche que amarraban a su cuerpo como flotadores.
Se zambullían en las aguas de las lagunas que llegaban a tener hasta 18 pies de profundidad y chapoteaban con gusto en las charcas formadas en los tiempos de lluvia y que luego permanecían durante la primavera.
Dicen que el pequeño no se dio cuenta de que a sus galones se les metía el agua y en vez de flotadores se convirtieron en un lastre que lo arrastró al fondo.
Al medio día se supo del incidente pero el cuerpo fue encontrado por buzos hasta las cinco de la tarde.
Desde entonces, aseguran, se le veía aparecer por la colonia Luis Echeverría, como se llamaba al asentamiento, antes de que la administración de Xicoténcatl Leyva Mortera lo convirtiera en el gran pulmón verde que ahora es.
Comprobar los dichos no es fácil, al lugar acuden miles de niños de todas las edades, acompañados de sus familias o en grupos escolares, así que es común ver chiquillos correteando por todo el parque.
Distinguir al ánima, dicen los que creen en la leyenda, no es tan complicado, se trata de un menor de entre 9 y 10 años, delgado y moreno que anda solo y aunque le hables no responde.
Está triste pero no da miedo, la gente que lo ve lo confunde con el hijo de alguna familia paseante o incluso de alguno de los empleados de las albercas o el lago porque siempre, a diferencia de otros menores, se le ve jugando solo, sin alejarse mucho del perímetro.
Quienes hablan más de la historia son viejos residentes de Los Álamos, colonia cercana al Parque Morelos a quienes les tocó conocer de oídas el suceso.