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Programa de Televisión Maldito: La Oreja

 
La televisión mexicana tiene en su historia toda clase de leyendas urbanas, una de ellas es la que asegura que el programa ‘La Oreja’ estaba ligado a extrañas desapariciones. Una peculiar historia que liga al programa de 2004 con extraños mensajes que aparecían de manera rápida en la pantalla y con señales crípticas.
 
A mediados de año (algunas versiones apuntan que entre los meses de Julio y Septiembre), se presentaron una serie de quejas por parte de algunos televidentes con respecto a ciertos mensajes que les provocaban “incomodidad” o “ansiedad". 
 
Las palabras peculiares que aparecían en pantalla era “rojo”, “perro”, “oro”, “marioneta”, “desaparecida”, “hija”, “m*erta”. Aunado a ello, algunas personas que alcanzaron a ver estas frases sin sentido hacían actividades que no recordaban. 
 
Sin embargo, un caso en particular provocó que los productores tomaran cartas en el asunto al respecto de las palabras aleatorias de la pantalla. “Según la historia, la señora veía el programa “La Oreja” (transmitido en horario estelar) cuando de manera repentina exclamó un grito de horror. 
 
Su hijo, que se encontraba en ese momento en otra habitación, acudió al auxilio de su madre al escuchar tal alarido y la encontró en el piso, arrastrándose y razgandose la piel de la cara con sus uñas, a la vez que exclamaba frases como “quiere que vaya, no dejes que me agarre”, intercaladas con gritos de ayuda”
 

 
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Combustión Humana Espontánea, el Caso del Doctor John Irving Bentley


El Doctor Bentley de 92 años fue visto por última vez el 4 de diciembre de 1966, cuando amigos que lo visitaban le desearon las buenas noches a eso de las 9 pm. A la mañana siguiente, el lector de medidores Don Gosnell entró a la casa de Bentley, porque tenía permiso para hacerlo debido a la enfermedad de Bentley, y fue a el sótano para verificar el medidor Mientras estaba en el sótano, Gosnell notó un olor extraño y un humo azul claro. Explicó que el humo era "algo dulce, como poner en marcha un nuevo sistema de calefacción central que quema petróleo". En el suelo había una pulcra pila de cenizas, de unos 35 centímetros de altura. El piso debajo de la ceniza no estaba marcado. Si hubiera levantado la mirada, habría visto un agujero de más o menos un metro de largo en el piso de arriba. Intrigado, subió a investigar. La habitación estaba ahumada y en el baño encontró los restos cremados de Bentley.
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