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Dragones



La palabra dragón deriva del griego δράκων (drákōn), "serpiente, dragón", de la familia del verbo δέρκομαι, "mirar fijamente", que se aplica a la mirada de las serpientes, las águilas, la Gorgona y los guerreros. Se cree, pues, que en origen el término hace referencia al poder fascinante e hipnótico de la mirada de la serpiente. Aunque aplicada en un principio a serpientes reales, pronto se utilizó también para referirse a aquellas dotadas de características imaginarias (enorme tamaño, capacidad de arrojar fuego por la boca, etc.) que aparecen en cuentos, leyendas y mitos.

La imagen y la figura del dragón varía en las diversas culturas que lo han representado. La cultura occidental ha imaginado a los dragones como reptiles gigantes y alados, inspirados en las serpientes y en otros reptiles, como los cocodrilos, caimanes y gaviales. Añaden a estas criaturas rasgos tomados de otros reinos animales (alas, cuernos) o fantásticos (un aliento de fuego). Los dragones orientales tienen también por lo general apariencia serpentina, pero mezclada con características de otros animales, y casi nunca tienen alas.
A menudo desempeña un papel importante como dios o guardián, o como monstruo y poderoso enemigo. Se le atribuyen cualidades positivas, como una gran sabiduría y conocimiento, pero también defectos, como una avaricia y codicia insaciables que le conducen a devastar poblaciones enteras para apilar gigantescos tesoros.










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